Marruecos esconde una naturaleza prehistórica a pocos kilómetros de Marrakech. Un mundo perdido en el Alto Atlas y urdido con sus paisajes, sus gentes y sus costumbres.
Porque Marruecos es también ese otro exótico portal de entrada a África, alfombrado de paisajes líricos que descienden desde las cordilleras hasta los oasis del desierto.
Avanzar por esta serranía es sumergirse en el silencio y la sencillez de las pequeñas cosas, dejando atrás cualquier idea de lo que llamamos civilización. El Alto Atlas es en realidad una subcordillera del Atlas, constituye la cadena montañosa más alta del norte de África y también, por qué no, una de las más imponentes del mundo. El Alto Atlas se despliega desde las cumbres blancas del Yebel Toubkal, el pico más alto, hasta las gargantas verticales del Dadés y el Todra.
La vida bereber
Podremos ver como pequeños poblados se han quedado congelados en el pasado. Pequeñas aldeas que se aferran tenazmente a las laderas con un perfil tan cobrizo como el de la tierra. Casas humildes de adobe y caña con sus puertas pintadas de azul, como manda la costumbre de esta etnia, que sólo en Marruecos constituye el 60 % de la población.
Hasta hace muy poco era un territorio olvidado, con caminos de herradura impracticables para el común de los mortales, a excepción, por supuesto, de los bereberes que suben y bajan las montañas sin más calzado que unas chanclas de goma.
Hasta que llego la primera carretera que atravesó la región y que fue construida a principios del s. XX sobre el puerto de Tizin’ Test. Entonces el senderismo, que antes era de dominio exclusivo de escaladores profesionales que se enfrentaban al Toubkal (4.167 m.) o al Mgoun (4.068 m.), pasó a estar al alcance de todos los niveles.
Tasselt es el típico pueblo bereber del Alto Atlas, encaramado a una colina y rodeado de pastos y cultivos, que contrasta con esa idea que retratan a los bereberes como gentes nómadas que, envueltos en sus turbantes, cruzan el desierto en camello. Cierto es que su origen es comerciante, ya que ellos fueron quienes abrieron las antiguas rutas entre el África Occidental y el África Subsahariana y también los responsables de llevar al norte aquellos productos desconocidos, exóticos, procedentes de más allá del Sahara.
Pero hoy los bereberes, que son herederos de una lengua antiquísima y de una cultura milenaria, viven de una manera sedentaria. Y su quehacer fundamental es la práctica de una agricultura de subsistencia, principalmente en Marruecos y Argelia. En estas laderas extremamente fértiles han desarrollado durante generaciones unos sistemas de riego en canales que les permite aprovechar el agua de los ríos y arroyos para cultivar sabrosas frutas y hortalizas. Luego cada familia tiene una vaca, algunas cabras y ovejas, y un puñado de gallinas. Nada más. Lo necesario para comer todos los días, para vivir por y para la tierra.
Alturas de Vértigo.
Por el Valle de Ait Inzal comienza el espectáculo de los robles y las adelfas que irán dejando paso a los matojos espinosos de las grandes latitudes, donde los picos se alzan repentinamente hasta alcanzar alturas de vértigo. Aquí también habita la fauna propia del Alto Atlas: águilas reales, quebrantahuesos, alimoches y serpientes pequeñas ya que las más grandes son cazadas para las exhibiciones de la caótica Djemaa el-Fna de Marrakech.
En estas cumbres donde la vegetación desaparece habrá que conformarse con los colores minerales de la tierra: el rojo intenso del hierro, el verde del óxido de cobre.
Después, con la oscuridad nocturna, alumbrados ya sólo por el brillo de la luna, será un buen ejercicio calcular la distancia que nos separa del cielo, mucho menor que la que nos aleja de ese otro mundo nuestro, dominado por el ruido y la prisa.
En este tipo de viajes hay 10 normas imprescindibles:
1. LA AVENTURA. El entorno natural, el contacto con el ser humano y la inmersión en otras costumbres y culturas es la esencia de este viaje. Ha de tenerse en cuenta que el nivel de confort a veces es básico, pero por ello también la experiencia resulta genuina.
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2. EL EQUIPAJE. Nada de maletas rígidas. Mejor un petate o mochila de trekking que no supere los 15 kg. Las mulas portarán la carga, pero no hay que abusar de ellas.
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3. EL MATERIAL. Ya se sabe, botas de montaña, ropa cómoda para las caminatas, forro polar para las noches frías, gafas de sol, gorra y cantimplora. También es útil una linterna.
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4. POR SI ACASO. Se recomienda llevar un botiquín personal con tiritas, analgésicos y los medicamentos que el viajero precise normalmente. También repelente de mosquitos y crema de alta protección solar.
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5. LA GASTRONOMÍA. Es uno de los puntos fuertes. Las comidas, siempre con recetas tradicionales, resultan variadas y abundantes con platos calientes y productos frescos.
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6. EL AGUA. Aunque suele ser potable, se emplearán pastillas purificadoras para prevenir percances. Las aldeas no disponen de agua corriente, con lo que habrá que extraerla de una fuente.
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7. LA INTEGRACIÓN. Acompañar durante unos días a una familia bereber es una oportunidad fantástica para experimentar otros modos de vida. Nada como intercambiar sonrisas, hablar con ellos a través de gestos o con la traducción del guía y ayudarles en sus quehaceres.
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8. EL RESPETO. Los bereberes son conservadores en la indumentaria y esto ha de tenerse en cuenta. Durante el Ramadán no pueden comer ni beber hasta la caída del sol, pero esto no afecta a los viajeros.
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9. CON LOS NIÑOS. A menudo se acercarán a saludar, es muy tentador regalarles caramelos, pero se aconseja no hacerlo para no incitar las malas costumbres. Mejor ofrecérselos a los padres.
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10. LA RESPONSABILIDAD. De todos depende el logro de un viaje respetuoso con las personas y con el medio ambiente. Por ello hay que tener cuidado con residuos y basuras.
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Fnte. El Mundo.